
Santa Gema Galgani nació el 12 de marzo de 1878 en Borgonovo de Capannori, Italia, en el seno de una familia modesta. Fue hija de Enrique Galgani, un farmacéutico, y Aurelia Landi. A la edad de siete años, Gema quedó huérfana de madre y, más tarde, a los 18 años, perdió a su padre. Desde joven, mostró una profunda devoción religiosa y un deseo de vida consagrada; sin embargo, su frágil salud le impidió ingresar a un convento. A pesar de las adversidades, fue acogida por la familia Giannini, quienes la cuidaron y apoyaron en su vida espiritual.
La vida de Santa Gema estuvo marcada por intensos sufrimientos físicos y espirituales. A los 20 años, experimentó una curación milagrosa de meningitis que atribuyó a la intercesión de san Gabriel de la Dolorosa. A lo largo de su vida, Gema vivió fenómenos místicos, incluyendo visiones y estigmas que manifestaban su profunda unión con la Pasión de Cristo. Estos fenómenos atrajeron tanto admiración como escepticismo, y enfrentó el desprecio de algunos por sus prácticas devocionales. Sin embargo, su fe inquebrantable la llevó a ofrecerse como víctima por la salvación de las almas.
Gema falleció el 11 de abril de 1903, a la edad de 25 años, en Lucca. Su vida fue reconocida oficialmente cuando fue beatificada en 1933 y canonizada en 1940 por el Papa Pío XII. Se convirtió en un símbolo de devoción pasionista y es recordada por su entrega total a Dios y su deseo ferviente de rescatar a los pecadores. Su festividad se celebra el 11 de abril, aunque en España se conmemora el 14 de mayo en honor a su beatificación.
Santa Gema Galgani experimentó varios fenómenos místicos a lo largo de su vida, que la convirtieron en una figura notable en la espiritualidad católica. Uno de los más destacados fue la **recepción de los estigmas**, que se manifestaban semanalmente desde el jueves por la noche hasta el viernes por la tarde, coincidiendo con la Pasión de Cristo. Gema describió cómo, en una visión, Jesús se le apareció con heridas abiertas que emitían llamas de fuego, las cuales tocaron sus manos, pies y corazón, provocándole un intenso dolor.
Además de los estigmas, Gema tuvo **visiones frecuentes** de su ángel de la guarda y otros seres celestiales. Estas visiones eran acompañadas por éxtasis y momentos de profunda oración. En ocasiones, se comunicaba con Jesús y María, lo que reforzaba su conexión espiritual. Sin embargo, también enfrentó **intensos ataques del demonio**, que incluían tentaciones y posesiones. Se reportaron episodios en los que el demonio la atormentaba físicamente, haciéndola sufrir contorsiones y obligándola a realizar actos que deshonraban su fe.
A pesar de estos sufrimientos, Gema ofrecía sus dolores por la conversión de los pecadores y vivía en un estado constante de **sacrificio y entrega**. Su vida estuvo marcada por una lucha espiritual intensa, donde cada fenómeno místico no solo era un desafío personal, sino también una oportunidad para acercarse más a Dios y cumplir su misión como “víctima” por las almas.